Desde la década de 1980, los bancos de alimentos se han consolidado como una de las respuestas más comunes de la sociedad para abordar el hambre. En el caso de México, su presencia comenzó a extenderse con el fin de las políticas de Estado paternalistas y la serie de recortes a los servicios públicos que caracterizaron la recta final de los ochentas y el inicio de los noventas.
Los bancos de alimentos recolectan, organizan y entregan productos principalmente comestibles a comunidades, refugios, estancias y otras organizaciones de primera línea. Dada su proliferación durante los últimos años y su naturaleza competitiva, así como la expectativa del público para que alivien el hambre, es preciso que instituciones tales como Alimento Para Todos busquen nuevas formas de abordar sus retos operativos.
Tomando en cuenta las limitaciones que caracterizan la expansión y el desarrollo del tercer sector, el crecimiento de los bancos de alimentos también enfrenta una vasta gama de dificultades pese a ser una solución efectiva para mitigar el hambre y el desperdicio. Al depender en gran medida del altruismo y del financiamiento privado, ha sido necesario partir de cero e imaginar estrategias casi sin precedentes para construir servicios públicos desde la esfera de la Sociedad Civil Organizada.
A pesar de los robustos niveles de producción, el territorio mexicano también se caracteriza por altos niveles de escasez en el acceso de las agencias humanitarias a productos comestibles. La falta de incentivos y un marco regulatorio intrincado contribuyen significativamente a este escenario. Pese a esto, existe evidencia del papel que juega la innovación al interior de los bancos de alimentos para amortiguar los obstáculos que dicho contexto conlleva.
En Alimento Para Todos ha quedado claro que para gestionar los procesos de innovación es necesario tener claros los propósitos así como las variables que afectan nuestros procesos operativos. Además, existen análisis en la literatura que examinan la relación entre diferentes tipos de escasez y los tipos de innovación que optimizan los resultados en cada circunstancia. Por ejemplo, Alimento Para Todos busca aumentar la eficiencia de sus recursos ante la escasez de efectivo y la dificultad para pronosticar donativos en especie.
Si bien no hay una solución única para todas las organizaciones de alivio del hambre, basta con echar un vistazo al objetivo fundacional de la mayor parte de las organizaciones de alivio del hambre para comprender que, en última instancia, su capacidad transformadora recae en su habilidad para abordar estructuralmente la sobreproducción y la distribución inequitativa de comida.
De esta manera, la redistribución de alimentos contribuye a una transición sostenible sólo si esta desafía la estructura subyacente de nuestros sistemas alimentarios. Para lograrlo, es necesario actuar desde dos frentes distintos: discursivamente, al abogar por cadenas de valor alternativas y operacionalmente, coordinando esfuerzos para encontrar soluciones concretas dentro de las cadenas de suministro existentes.
Cada año colaboramos con cientos de productores, empresas, instituciones y miles de individuos con el fin de trazar una ruta hacia la erradicación del hambre. Operando desde la Central de Abastos de la Ciudad de México, el mercado de alimentos más grande del continente, proponemos nuevas formas de gestionar la comida mediante la defensa de cadenas de valor que no dejen a nadie atrás. No obstante, aún queda mucho por hacer. El papel del sector público y privado tiene el potencial de convertirse en catalizador de cambio cuando se encuentran puntos de acuerdo con las iniciativas de la Sociedad Civil.
Frente a un mundo globalizado y de recursos finitos, es más importante que nunca hallar objetivos en común y rediseñar en conjunto de forma profunda las estructuras que nos alimentan.
