El derecho a una alimentación digna es reconocido por los marcos legales nacionales e internacionales, sin embargo, en nuestro país aún persisten grandes desafíos en el camino a garantizar este derecho para toda la población. De acuerdo con información publicada este año por el CONEVAL, el 12% de los mexicanos no consigue cubrir el costo de la canasta básica alimentaria, incluso si destinan la totalidad de sus ingresos para ello.
En términos absolutos, esto significa que 15.5 millones de personas viven en pobreza extrema, lo que termina comprometiendo su acceso al derecho humano más fundamental después del aire y el agua: la alimentación. Además, los datos del CONEVAL subrayan también la realidad de que la falta de ingresos suficientes para alimentarse se concentra de manera desproporcionada en zonas rurales y entre la población indígena.
Pese a las iniciativas del sector público para reducir las desigualdades socioeconómicas y garantizar los derechos básicos, la realidad que las estadísticas nos permite ver es que a medida que disminuye el ingreso de un hogar, también se merma el acceso a una variedad de derechos como la alimentación, la vivienda y los servicios sanitarios.
Es así que, cuando se trata de inseguridad alimentaria, los hogares más pobres del país son también los más vulnerables. Las familias en los deciles 1 y 2 dedican casi la mitad (49%) de sus ingresos únicamente a la alimentación. En contraste, los hogares del decir 10 destinan apenas un 14% de sus ingresos disponibles a este fin.
Más allá de todo lo anterior, la Evaluación Integral de la Política Social Vinculada al Derecho a la Alimentación 2023-2024 también señala que los obstáculos para garantizar plenamente este derecho no solo se relacionan con la capacidad de conseguir alimentos, sino también con su disponibilidad y calidad.
Las personas más vulnerables a menudo se ven obligadas a depender de alimentos básicos o menos caros, que pueden ser poco saludables, mientras que otras sufren por la falta de disponibilidad de alimentos frescos o variados, carecen de la información que necesitan para elegir una dieta saludable o simplemente optan por la comodidad.
Hoy, como cada 16 de octubre, conmemoramos el Día Mundial de la Alimentación. En este sentido, hacemos eco de la urgencia por garantizar este derecho para todas las personas. La alimentación, tratándose de una de las necesidades más básicas y viscerales, también trastoca el desarrollo social, educativo y profesional de las personas.
Este 2024, la Organización para la Alimentación y la Agricultura (FAO) hace un llamado que resuena profundamente con nuestra visión: Derecho a los alimentos para una vida y un futuro mejores. Con motivo de esta ocasión, vale la pena recordar que sólo cuando todos disfruten el derecho humano a una alimentación adecuada podremos lograr otros derechos humanos y los Objetivos de Desarrollo Sostenible.
Además, recalcamos la importancia del llamado de la FAO para reconocer que todos tenemos un papel que desempeñar en hacer realidad los principios plasmados en la Declaración Universal de los Derechos Humanos. Al tratarse de la alimentación, podemos ejercer nuestros derechos y pedir que los gobiernos aborden estos retos de manera responsable. Así también, resulta imprescindible reconocer y promover el rol de la Sociedad Civil Organizada en la búsqueda de soluciones tanto para las necesidades inmediatas de quienes padecen hambre como para las causas profundas que han perpetuado esta realidad.